Neutralidad Sanadora
Por: Federico Traeger
El escozor era insoportable. Tanto, que llevaba varias noches de insomnio. Me hicieron todo tipo de estudios. Aquello me ardía y quemaba hasta dar aullidos. Sin embargo, no tenía sentido arrepentirme por lo hecho. A pasiones altas, repercusiones elevadas. Después de tanto análisis no hubo un diagnóstico sino una conclusión: “Esto es tan inusual que solamente lo tienes tú”, dijo el médico y me recomendó lavarme con jabón neutro. No tuve fuerza ni claridad como para reclamar o debatir; salí y compré una barra en la farmacia.
Entré a mi baño. Desenvolví mi adquisición. Oí una voz. Ni grave ni aguda. Era tranquila, autoritaria por su temple, mas no por su timbre. La voz dijo: “No me importa qué hiciste, tampoco con quién. Tu tiempo libre es cosa tuya. No estoy aquí para juzgarte. La neutralidad es mi ofrenda”. Cuando se llega a tal grado de desesperación, escuchar a una barra de jabón es como oír un arcángel.
Mis sesiones jabonosas consistieron en esparcir la sabiduría justa sobre mi zona afectada. Sin afanes perfumados ni espumosas pretensiones, el jabón neutro me llevó de lo extremo a lo imparcial. Con cada sesión su voz se adelgazaba pero mi alivio se expandía. Tocar el fuego, apretar el gatillo o tirarse al vacío sin saber si hay una red, tienen su lugar y su momento. Pero nada como la neutralidad sanadora.